lunes, 16 de abril de 2007

17 Abril 1970

Zozobrante, la nave se dirige hacia la infernal reentrada. Como viene siendo la tónica, hay varios asuntos que mantienen ocupados a los ingenieros de tierra. Por un lado, están probando un procedimiento de reencendido para el Odyssey para devolverle el control durante la reentrada. Esta tarea de nuevo supone un reto de máxima dificultad, pues debe hacerse empleando cantidades minúsculas de energía, lo que implica prescindir de lo que no sea estrictamente esencial, y tras una temporada a temperaturas muy bajo cero todos los sistemas requerirían un buen calentón, lo que en términos energéticos supone un coste inasumible. Tendrán que tener fe y esperar que las baterías de reentrada, que tras la explosión fueron devoradas en parte por una nave desesperada den para abrir los paracaídas y asegurar un suave amerizaje.

Por otro lado, el alcance de los daños que la nave dufrió cuatro días atrás sigue siendo una incógnita. Los astronautas esperan al momento en el que suelten el módulo de servicio para comprobarlos y tomar fotos. Una vez completado el encendido del CM Swigert se dispone a accionar los dispositivos que separan ambos módulos. A la señal de Lovell, que desde el LEM y cámara en mano se prepara, acciona el conmutador y un sonido seco confirma que la separación se ha realizado. Unos segundos después, se ve al enorme cilindro dando vueltas sobre sí mismo. Plateado, brilla al Sol y se despide de la nave. De pronto, se revela la verdad. Todo un panel arrancado de cuajo por culpa de lo que ya seguro fue una explosión desde dentro del mismo. Los cables al aire y las tripas al descubierto. Menuda catástrofe. Sólo queda esperar que el escudo térmico no se haya rajado de arriba a abajo por culpa de tan violenta deflagración.

Vista del módulo de servicio. Obsérvense los daños a la derecha de la imagen

Fatigados, febriles y ya sin ganas de otra cosa más que de encomendarse a la Providencia, los atronautas se atan a sus asientos del Odyssey y sellan la escotilla del LEM. Obediente, el salvavidas hasta entonces se separa de ellos. Desde las ventanas del módulo de mando se le ve alejarse con igual grandiosidad que el módulo de servicio minutos atrás. Hasta siempre Aquarius, y muchas gracias.

El Aquarius se aleja de la nave

La nave se enfrenta al refrito de la reentrada vapuleada por las sucesivas capas de aire que cruza a lo largo de medio mundo para decelerar de 11.000 pies/s a apenas 20 km/h. El hielo que cubre el panel de control del módulo de mando sucumbe ante los 2000 ºC que soporta la capa exterior de la nave. Por sus ventanillas, sólo se ve fuego. Las comunicaciones con Houston se interrumpen por culpa de la capa de iones que cubre a la nave y que lo hacen imposible. En teoría, esta desconexión no debería llegar a tres minutos. Si se sobrepasaban los cuatro, significaría que la maltrecha nave no lo habría conseguido.

No cuatro, sino cuatro minutos y medio después, Lovell saludó de nuevo a la sala de control. Los paracaídas, abiertos, dirigen a la nave hacia un suave amerizaje. Gritos de júbilo en Houston. Puros que no pudieron encenderse por el alunizaje. La nave está a salvo.

El Odyssey ameriza suavemente sobre el Océano Pacífico


La sala de control de Houston celebra la vuelta de los astronautas


Los astronautas saludan al apearse del helicóptero en la cubierta del portaaviones USS Iwo Jima

Ex luna scientia

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