sábado, 14 de abril de 2007

14-16 Abril 1970


La Luna comienza a succionar a la nave, y cada vez se dibuja su silueta más cercana en las ventanas del Aquarius (a estas alturas de la historia, no recuerdo haberos dicho que ése es el nombre que le puso la tripulación a su módulo lunar). Los tres astronautas en su interior aún no pueden creerse lo que están viviendo. Por supuesto el alunizaje quedó descartado horas atrás y ahora en tierra se dedican a improvisar un nuevo plan de vuelo para su pequeña que, maltrecha, prosigue su camino.

Hay varios asuntos que requieren atención urgente: el Apollo XIII seguía en aquellos momentos una trayectoria de no-retorno libre que, de seguir así, llevaría a la nave a chocar contra la superficie de la Luna. Esto estaba así pensado a propósito para que a la hora de realizar el encendido LOI (¿recordáis?) se ahorrase algo de combustible. Puesto que este encendido ya nunca tendría lugar había que volver a la trayectoria que, como si de una piedra y una honda se tratara, empujase a la nave de vuelta a nuestro planeta. El principal problema es que, con el módulo de servicio seriamente dañado, el propulsor principal de la nave, el SPS, no podía ser utilizado. Había que recurrir al pequeño motor de descenso del LEM, originalmente diseñado para llevar a la nave a un suave alunizaje, para propulsar al coloso, lo que en principio quedaba mucho más allá de sus competencias.



Foto de la Luna desde el Apollo XIII.


Por otro lado, como dijimos, el LEM no está preparado para el régimen de consumo al que se le iba a someter, por lo que en cuanto se pudiese habría que desconectar básicamente todo, como hicieron antes arriba en el Odyssey incluyendo la calefacción, la computadora, los giroscopios...en fin, que el Apollo XIII sólo podría comprobar muy de vez en cuando que todo va bien, puesto que el control continuo de la nave, que como comprenderéis viene a ser esencial, suponía un consumo imposible de asumir. Navegar a ciegas por el espacio pasando un frío de narices controlando la nave desde el LEM (lo que Lovell diría que es como volar con un elefante a la espalda) y sin estar seguros de que fuese a valer para algo. Mala situación.

Tras realizar el encendido, la nave llega a la Luna. La trayectoria del Apollo XIII en la cara oculta es la más alta que se haya alcanzado jamás. Esto es, que los tres hombres que nos ocupan son los que más lejos de la Tierra han estado en toda la historia de la Humanidad. Durante la desconexión (la Luna de por medio impide las comunicaciones con tierra), los astronautas tienen tiempo para descansar y pensar en lo que hubiese sido poder ir ahí abajo. Tras salir de la cara oculta, nuevos retos.

Un nuevo encendido de la fase de descenso del Aquarius es necesaria. Con ella, la nave acelerará su marcha y llegará antes a la Tierra. Tras este encendido, Houston acuerda con la tripulación efectuar el recorte draconiano en el consumo de energía. Las baterías del LEM no pueden permitirse mucho más.

Sin embargo, los problemas estaban lejos de abandonar a la nave. Esta vez la tripulación se encontró con un imprevisto en forma de dióxido de carbono. Tanto el LEM como el módulo de mando depuran el aire que exalan los astronautas mediante unos cartuchos de hidróxido de litio que devuelven a la cabina aire respirable. Los cartuchos del Aquarius, a marchas forzadas, estaban comenzando a saturarse, y no podían sustituirse por los del módulo de mando porque...unos eran redondos y los otros cuadrados. Inconvenientes de la subcontratación. Así que los ingenieros de Houston tuvieron que idear un método para, con los materiales con que cuentan los astronautas ahí arriba, encajar una pieza cuadrada en un hueco redondo. De película, ¿verdad?



Foto del artilugio para acoplar los cartuchos del módulo de mando al LEM. Lo sujeta el piloto del módulo de mando Jack Swigert y una mano desconocida.

Al día siguiente, los responsables del guiado se dan cuenta de una nueva cuestión. La nave sigue navegando con rumbo equivocado. El ángulo de ataque que llevaban en ese momento haría rebotar a la nave y la escupiría fuera de la Tierra. Y es que un factor de peso no se había considerado hasta entonces. En teoría, Lovell y Haise debían haber alunizado y haber vuelto de la superficie con una cantidad considerable de rocas y polvo. Unos kilos que alteran los cálculos de trayectoria lo suficiente como para acabar en desastre. Un nuevo encendido del casi exhausto motor de la fase de descenso era necesario. Esta vez, sin embargo, había una dificultad añadida, y es que el encendido había de ser manual. Encender la computadora era un gasto del que no estaba previsto y no era posible en la situación actual.

Posiblemente el encendido más complicado que se haya llevado a cabo en la historia de la exploración espacial. A ciegas y pretendiendo una precisión considerable. Sin embargo, un entrenamiento excepcional dio sus frutos y la nave salió airosa de estos retos.

El Apollo XIII, en este momento, está en condiciones de asegurar que llegará a la reentrada. Ahora bien, quedan por resolver muchos escollos. ¿Cuánto afectó la explosión a la nave y, en particular, al escudo térmico?¿Será posible volver a encender el Odyssey tras varios días a varios grados bajo cero con la energía justita?¿Les llegarán las fuerzas a los astronautas, que llevan varios días a la misma temperatura que la nave, con apenas agua en estado líquido? En la próxima veremos.

Ex luna scientia

Mientras, todo el mundo se vuelca con los astronautas y se interesa por su suerte. Pongamos por ejemplo las plegarias del Santo Padre Pablo VI por su vuelta sanos y salvos.

1 comentario:

Alfonso dijo...

Mola el asunto este espacial, pero me da la impresión de que nos vas a destripar la peli...

Por cierto, que no muy lejos de aquí hay algo llamado Silverstone... te suena?

Abrazote